La ortografía es un conjunto de reglas que establecen cuál es la forma correcta de
representar los sonidos o fonemas de una lengua por medio de letras.
La relación entre un fonema y una letra es, en principio, arbitraria, puesto que
no hay ninguna razón lingüística que la determine. Esto se puede comprobar si,
por ejemplo, se comparan las varias representaciones del fonema /x/ del español,
que se escribe con x en el nombre de México, con j en jícama y con g en gente.
Cada fonema se podría representar de manera muy variada, como lo nota uno
también cuando compara las ortografías de lenguas diferentes.
La ortografía del español tuvo su origen en la escritura romana de la lengua
latina, del mismo modo en que la propia lengua española fue resultado de una
evolución del latín hace más de mil años. Seguramente que los primeros hispanohablantes
que se interesaron por escribir su lengua no habrían de inventar un sistema
ortográfico completamente nuevo, si su propia lengua no era una creación espontánea,
sino una modificación gradual, y muchas veces difícil de notar, del latín.
La ortografía es producto del interés por fijar las relaciones entre fonemas y
letras de una manera uniforme, para hacer más sencilla y eficaz la comunicación
escrita entre todos los miembros de la comunidad lingüística y precisamente porque,
dada su arbitrariedad, podrían inventarse casi tantos sistemas de escritura
como hablantes o como gustos de los hablantes hubiera.
La ortografía del español se fijó principalmente en el siglo xviii y desde entonces
se han venido haciendo algunos cambios y ajustes. El criterio principal de los
autores de esta ortografía debe haber sido, además del de uniformar la escritura,
el de que a cada fonema debía corresponderle una sola letra. Pero, junto a ese
criterio, se tuvieron presentes el respeto y la conservación de la ortografía etimológica
latina y algunos usos ortográficos que se habían generalizado en España en
esa época. Esta mezcla de criterios es la razón por la cual la ortografía del español
no siempre se corresponde con su fonología, lo que hace necesario establecer un
conjunto de reglas que indiquen la forma correcta de representarla.
La lengua española tiene una de las ortografías más sencillas y regulares que se
conocen, sobre todo si se la compara con la del inglés o la del francés; sin embargo,
por las causas señaladas, no deja de plantear problemas en casos como el de
la v, que históricamente nunca ha tenido una pronunciación labiodental (a pesar
de que algunas personas cultas la empleen) sino bilabial, que solamente duplica
la representación del fonema /b/, o como el de las letras s, c y z que, para los
mexicanos y los hispanoamericanos en general, representan el fonema /s/. (Para los hispanohablantes de la península ibérica el problema es menor, pues la s
siempre corresponde a /s/, mientras la c y la z representan, salvo en Andalucía y
algunas otras regiones, su fonema interdental /θ/.) Son estas dificultades las que
han hecho que parezca conveniente incluir una serie de reglas de ortografía y de
puntuación. El caso de la puntuación es relativamente distinto al de la ortografía,
por ser sus “reglas” hasta cierto punto más flexibles y dar lugar en algunos casos
a estilos particulares. La puntuación correcta es, sin embargo, una garantía para la
comprensión de lo que se escribe y por ello se le debe poner una gran atención.
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